Llegan nuevos clientes a la taberna del Asturiano en ‘Amar es para siempre‘. Los créditos de la serie de la sobremesa se han ampliado con nombres conocidos, entre ellos el de Asier Etxeandia, que da vida a Rubén Tudela, un prestigioso y atormentado pianista «con muchos problemas» familiares, profesionales y con el alcohol.
¿Cómo le sientan los años 60?
Bien, me gusta mucho cómo se está haciendo la serie y la época en la que se desarrolla la trama. Además, algunos actores con los que trabajo son amigos míos, así que está siendo muy placentero. ¡Estoy muy contento con mi personaje!
Rubén tiene muchas sombras…
Sí, es completamente bipolar y pasa de la depresión a la felicidad absoluta. También es un tío bastante débil, con muchos problemas con el alcohol, se está quedando artrítico… Y tiene una relación bastante tormentosa con su hermano, porque piensa que se va a trajinar a su mujer. Es un personaje que tiene multitud de matices con los que jugar. Es muy límite.
¿Siempre hace de malo?
Sí y no sé porqué. La gente que me conoce dice que soy muy inocente. No creo en personajes buenos y malos, todo tiene una razón. Los personajes menos cotidianos, a veces, son los que más sufren y eso es muy interesante para un actor. Disfruto haciéndolos, quizá por eso me los dan (risas).
¿Usted también es un malote?
Todos somos buenos y malos, depende del botón que se nos toque. Creo que tengo una capacidad de empatía muy poderosa, que hace que esté pendiente de los demás y que me afecte cómo se sientan. Si eso es bueno me considero buena persona.
¿Cómo se estrenó en ‘Amar’?
Me pasó lo que, al parecer, le ocurre a todos los actores nuevos. Me considero bastante aplicado y hago mi trabajo en casa, pero hubo un día en el que las neuronas se me pararon y no sabía ni cómo me llamaba. Dije el texto de mi compañera Belén López (Elena Prado), me iba al final de la escena… Casi me echo a llorar, hasta que me dijeron: «Tranquilo, esta es la prueba de fuego en ‘Amar’, a todos les ha pasado». Me tranquilizó, porque tenía complejo de idiota… Nunca me había ocurrido, tampoco me había enfrentado a tantas páginas de estudio y tantas escenas seguidas.
¿Cómo se ve con el bigote?
Lo llevo desde hace tiempo. Decidí dejármelo para mi espectáculo ‘El intérprete’ y coincidió que lo requería en la obra de teatro ‘La chunga’ y en ‘Amar…’. Mi padre ha llevado bigote toda la vida y para mí representa una época de la masculinidad. Además, me gusta. Creo que con la edad que tengo me sienta bastante bien (risas).
Dicen que su espectáculo ‘El intérprete’ aceleró el nacimiento de la hija de Penélope Cruz.
El día antes vino la familia de Bardem, también mucha gente de la profesión y amigos. Me hace muy feliz, porque su niña nació con un poquito de mi música. Además, es una familia maravillosa y estoy muy contento de que coincidan dos momentos tan importantes: mi espectáculo y el nacimiento de su hija.
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